viernes, 25 de marzo de 2011

de ventis o la rosa de los vientos (1ª parte)



En estos momentos en los que llueve como plumas de gorrión -¡cuánto tiempo!¡y qué recuerdos!-, acampados en alguna orilla desconocida, en la ruta que conduce hacia el Helesponto, las alturas celestes, las regiones etéreas donde gravitan todos los astros, gozan de una paz eterna. Pero entre ellos y las proximidades de la tierra, residen tempestades ruidosas, las tormentas inefables y los vientos.


En la Atenas del siglo I a.C. se construyó un monumento más digno de mención por su novedad científica, que por su entidad arquitectónica, nos referimos a la Torre de los Vientos: se trata de la instalación de una clepsidra, esto es, un reloj de agua, y de una veleta para el viento, de la que el arquitecto romano Vitrubio ya nos informa:


"Algunos han mantenido que los vientos no son más que cuatro, otros, más exactamente, han dicho que son ocho, y entre éstos Andrónico Cirrestes que, como prueba, ha levantado en Atenas una torre octogonal de mármol y en cada uno de sus lados ha hecho esculpir la imagen de cada viento de cara hacia donde sopla; sobre la torre, acabada en una pirámide también de mármol, en su cima colocó un Tritón de bronce, que en su mano derecha extendida tenía una varita y estaba dispuesto de modo que, al girar este Tritón con el impulso del viento que soplara, la varita viniese a caer sobre la imagen del viento que reinara" (...)


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